Cuando era apenas una beba, necesitaba un trasplante de corazón urgente. Los médicos habían advertido que no pasaría del fin de semana sin un órgano disponible. La esperanza llegó desde Santiago del Estero, donde un padre, en medio del dolor por la pérdida de su hija, tomó la decisión de donar. Mirá la nota completa acá: https://youtu.be/_9BcodbCuTA?si=ZUG9Q7IaU3EmZBe0

El inédito procedimineto se realizó en el Hospital Garrahan, el hospitál público pediátrico fue protagonista del primer trasplante cardíaco con sangre cruzada en América Latina, un hito que marcó la medicina argentina. Hoy, Abril tiene 23 años, estudia Psicología y lleva una vida activa, siempre destacando la importancia de crear conciencia sobre la donación de órganos.
Resumimos el diálogo con Pablo Messina para INS, en la que comparte su historia, reflexiona sobre la importancia de la donación de órganos y revaloriza enfáticamente la importancia del hospital público que le salvó la vida, «…tuve la suerte de caer en el Garrahan…» Podés ver la nota completa acá: https://youtu.be/_9BcodbCuTA?si=ZUG9Q7IaU3EmZBe0
Abril, tu historia fue noticia en todo el país. ¿Qué recordás o qué te contaron de esos primeros meses?
«Mis papás me contaron que todo empezó con síntomas que parecían simples: cansancio, falta de apetito. Me llevaron al médico y luego al Hospital Garrahan, donde descubrieron que un virus había dañado gravemente mi corazón. Mi estado empeoró muy rápido. Los médicos fueron claros: si no aparecía un corazón ese fin de semana, no iba a sobrevivir».

Y apareció…
«Sí, apareció cuando más lo necesitaba. El corazón llegó desde Santiago del Estero, gracias a la decisión de Enrique Pereyra y su familia, que en medio de su dolor eligieron donar los órganos de su hija. Ese gesto me salvó la vida. Fue un trasplante muy especial porque se hizo con sangre cruzada, algo que nunca se había intentado en América Latina».
¿Mantenés contacto con la familia del donante?
«Sí, sobre todo con Enrique, el papá. Tenemos un vínculo muy cercano. Desde que soy chica me acompañó en momentos importantes, incluso estuvo en mi fiesta de 15 años. Para mí no es solo el padre del donante, es parte de mi vida. Siempre digo que mi historia no existiría sin su decisión».
¿Cómo es crecer con un trasplante?
«Es diferente, porque implica cuidados que no todos tienen. Desde muy chica aprendí que mi vida iba a estar marcada por controles médicos constantes, medicación diaria e inmunosupresión de por vida. Pero también entendí que era un precio pequeño comparado con la oportunidad de vivir, de estudiar, de trabajar, de hacer planes como cualquier persona de mi edad».
Hoy estudiás Psicología. ¿Por qué elegiste esa carrera?
«Porque siempre me interesó entender cómo las personas atravesamos situaciones límite, cómo enfrentamos la vida después del dolor o de un cambio tan grande. Mi historia me marcó y me dio sensibilidad para acompañar a otros. Creo que estudiar Psicología es una forma de transformar mi experiencia en algo que pueda ayudar».
En varias entrevistas destacás al Hospital Garrahan y al sistema público de salud.
«Sí, porque sin ellos yo no estaría acá. El Garrahan es un lugar donde los médicos y profesionales de la salud realmente mueven los límites de lo imposible. Apostaron a un trasplante experimental cuando no había antecedentes en la región, y lo hicieron con compromiso, profesionalismo y humanidad. Defiendo muchísimo la salud pública porque sé lo que significa que un hospital te dé una segunda oportunidad de vida».
Tu historia también está atravesada por un mensaje sobre la donación de órganos.
«Totalmente. Es un tema del que hay que hablar más. Todavía existen muchos mitos, miedos y desconocimiento. Yo creo que donar es un acto de amor, porque con un solo donante se pueden salvar hasta siete vidas. Es impresionante pensar en eso. Y en mi caso, que fue un trasplante pediátrico, es todavía más importante generar conciencia».

¿Qué te inspira hoy a seguir contando tu historia?
«Siento que tengo una misión: visibilizar lo que significa donar. No solo porque yo soy el ejemplo vivo de lo que un trasplante puede hacer, sino porque quiero que otras familias entiendan que, en medio del dolor, una decisión así puede transformar el futuro de muchas personas».
Si pudieras dejar un mensaje final, ¿cuál sería?
«Que la donación de órganos convierte la ausencia en vida. Que detrás de cada trasplante hay dos historias: la de quien parte y la de quien recibe. Yo trato de honrar ese regalo cada día, viviendo intensamente, agradeciendo y recordando siempre que cada latido mío es también el eco de otro corazón».