En una nueva edición de Informando Salud, hablamos sobre la situación actual de las vacunas en Argentina, la circulación de información falsa, los riesgos de la baja cobertura y los desafíos que enfrenta el sistema sanitario para sostener la confianza pública en una herramienta que ha sido fundamental para controlar enfermedades a nivel global.
Ph: freepick.es

En INS diálogogamos con la Dra. Laura García Alonso, Pediatra y Jefa de vacunas y auditoría de Helios Salud, la experta abordó con claridad conceptos técnicos, explicó por qué las vacunas continúan siendo una de las estrategias más efectivas de prevención y reflexionó sobre lo que está en juego cuando disminuye la adhesión social a los calendarios oficiales. Entrevista completa en el siguiente enlace: https://youtu.be/bthZUp5zJwY?si=9eP0BHyUH-Ai_9If

En los últimos años se observa un aumento de la desinformación sobre vacunas. ¿Qué tan preocupante es este fenómeno?

«Es preocupante porque nunca habíamos tenido tanta disponibilidad de vacunas, tanta tecnología y tanta evidencia científica… y, al mismo tiempo, tanta información falsa circulando. Las redes sociales magnificaron un fenómeno que antes era marginal. Hoy, una afirmación sin sustento científico puede alcanzar a miles de personas en minutos y generar dudas profundas en familias que antes confiaban plenamente en la vacunación. La desinformación no se combate solo con datos: requiere estrategias de comunicación claras, accesibles, sostenidas, y una presencia activa de profesionales y autoridades sanitarias que expliquen con paciencia, sin subestimar a la población. Cuando el miedo reemplaza al conocimiento, se pone en riesgo la salud colectiva».

¿Por qué decís que el impacto de las vacunas es enorme aún cuando parecen “invisibles”?

«Porque funcionan de una manera muy particular: cuando una vacuna hace bien su trabajo, casi no la notamos. No vemos personas internadas, no vemos epidemias, no vemos salas llenas de chicos con enfermedades que antes eran comunes. Y esa invisibilidad genera la ilusión de que ya no son necesarias. Las vacunas son víctimas de su propio éxito. Hace décadas que no convivimos con enfermedades que, en su momento, causaban miles de muertes. Mucha gente joven no ha visto sarampión, difteria o poliomielitis en su vida. Pero eso no significa que hayan desaparecido: significa que las vacunas las mantienen». controladas.

En ese sentido, ¿el calendario de vacunación argentino sigue siendo un modelo?

«Sin dudas. Argentina tiene uno de los calendarios de vacunación más completos de la región y, durante muchos años, fue un modelo internacional por la cantidad de vacunas incluidas de forma gratuita y obligatoria. Eso es algo para valorar. Pero tener un buen calendario no alcanza si la cobertura baja. Y en los últimos años, las coberturas vienen cayendo. No es un fenómeno exclusivamente argentino: muchos países están enfrentando lo mismo. La pandemia interrumpió controles, complicó la logística, generó miedos y aceleró la circulación de información falsa. Pero hoy necesitamos recuperar esos números cuanto antes».

¿Qué implica esa caída en la cobertura? ¿Qué riesgos concretos hay?

«El riesgo más inmediato es el regreso de enfermedades que ya estaban controladas. Lo estamos viendo con el sarampión: es altamente contagioso y necesita coberturas muy altas, del 95% o más. Cuando ese número baja, el virus encuentra espacio para circular. Y no es solo el sarampión: también preocupa la caída de la vacuna contra la polio, la quintuple, la triple viral… Enfermedades que parecían parte del pasado pero que pueden reemerger si no actuamos a tiempo. El sistema de salud debe trabajar para que cada niño, adolescente y adulto tenga su esquema completo».

Durante la pandemia de COVID-19, la vacunación masiva fue clave. ¿Qué cambió desde entonces?

«La pandemia dejó varias cosas. Por un lado, demostró el poder de la ciencia: jamás en la historia se desarrollaron vacunas tan rápido y tan eficientes frente a una enfermedad desconocida. Quedó claro que la cooperación global entre científicos, laboratorios y Estados puede salvar millones de vidas. Pero también dejó un efecto negativo: abrió la puerta a una ola enorme de desinformación. Mucha gente se expuso por primera vez a contenidos engañosos, teorías conspirativas o mensajes anti-ciencia. Y lo que empezó con dudas sobre las vacunas COVID se extendió a todas las vacunas del calendario. Hoy tenemos que reconstruir esa confianza».

¿Cómo se reconstruye la confianza en un contexto tan ruidoso?

«Con comunicación clara, honesta y consistente. Los profesionales de la salud deben ser voceros activos. Las autoridades sanitarias deben trabajar cerca de la población, no solo con campañas masivas, sino también con mensajes sostenidos en el tiempo. Y es fundamental no ridiculizar ni confrontar a quienes tienen dudas. La gente necesita información, no sermones. Cuando explicamos con evidencia, con empatía y sin subestimar, la mayoría de las personas elige vacunarse. Las vacunas son una herramienta de protección, no de obligación. La confianza se construye con diálogo».

¿Qué responsabilidad tienen los medios en esta tarea?

«Una enorme. Los medios tienen la capacidad de amplificar información confiable, desmentir contenido falso y generar referencias claras para la población. Es clave que el periodismo especializado tenga espacio, y que las redacciones consulten siempre a profesionales con formación científica. La información en salud no es un tema menor: puede salvar vidas o ponerlas en riesgo. Por eso, cada nota, cada entrevista, cada segmento televisivo o radial debe priorizar la evidencia».

¿Qué rol deben cumplir las instituciones sanitarias y las obras sociales?

«Tienen la responsabilidad de facilitar el acceso y simplificar los procesos. Que vacunarse sea fácil, rápido y accesible. Muchas veces la deserción ocurre por cuestiones administrativas, por falta de turnos, por horarios limitados. Cuando la logística mejora, la cobertura también mejora. Además, deben trabajar en comunidad: escuelas, clubes, municipalidades, centros de salud barriales. La vacunación es una política pública, pero también es una tarea social».

Para cerrar, ¿cuál es el mensaje central que querés dejar?

«Que las vacunas son una herramienta extraordinaria. Que salvaron y siguen salvando millones de vidas. Que el sistema de salud tiene desafíos, sí, pero también cuenta con profesionales comprometidos, un calendario ejemplar y una población históricamente dispuesta a vacunarse. Hoy, el desafío no es científico: es social y comunicacional. Recuperar la confianza es clave, porque detrás de cada vacuna hay protección, prevención y futuro».