La salud mental en el marco de la pandemia muestra ciertas dificultades que se traducen en diferentes trastornos emocionales en un gran número de personas. Los psicólogos describen consultorios desbordados de pacientes que buscan solución a su malestar donde se observa claramente un aumento de los síntomas depresivos, la aparición de estrés postraumático y aumento de ansiedad.
Por Cristina Cartier
Basta con ser un individuo activo en lo laboral para expresar preocupación constante, tristeza ante la alta exposición a las noticias de la pandemia, y la resistencia a seguir cumpliendo las reglas actuales. La psicóloga Marina Simón (MP 857) responde acerca del comportamiento de las personas en relación a las normas para prevenir los contagios del covid-19, las limitaciones en la cotidianidad, el impacto de la tragedia constante y las preocupaciones económicas que parecen ser uno de los motivos para no atender los protocolos como se sugiere. “Según estudios recientes donde se ha consultado a personas de diferentes sociedades, parece que cuando las autoridades emiten mensajes claros, con consecuencias serias para quienes no cumplen las reglas, se genera mayor confianza y por ende más compromiso frente a los protocolos del momento”.
El teletrabajo se ha impuesto como un gran mecanismo en el contexto actual. ¿De qué manera lo vive la mayoría?
“El teletrabajo es algo que a la mayoría de las personas le ha brindado muchas herramientas, pero también ha significado inconvenientes, porque de pronto para aquellos que no se sienten cómodos en los entornos virtuales, les ha representado una gran ansiedad. A muchos les ha costado bastante sentarse en casa y trabajar desde un teléfono o computadora. La pandemia nos ha traído a todos, sin distinción, la necesidad de adaptarnos, cambiar o perder cosas, y rescatar diferentes recursos. Hay gente que tiene miedo a las pérdidas económicas, atraviesan situaciones de mucho estrés y la denominada ansiedad digital, porque han tenido que cambiar el papel por la tecnología constante, con todo lo que implica la incertidumbre y lo nuevo”.
No todos estaban empapados de las aplicaciones de internet para el home office, y esta situación se suma al acompañamiento a los hijos en su estudio virtual. ¿Quiénes lo sufren más?
”A las mujeres el teletrabajo y la escuela on line les ha significado una sobrecarga, porque ahora tienen mucho que atender mientras cuidan los chicos, hacen las tareas de la escuela juntos, al tiempo que están tratando de cumplir con su jornada laboral. Se observa mucho trastorno de tipo depresivo por esta presión extra. Aparecen responsabilidades nuevas y la jornada no termina nunca, porque se mezcla el trabajo y todo lo que infiere la escuela por internet y la demanda de los niños, donde los horarios claramente se extienden más de la cuenta. También sienten que en relación al trabajo van quedando afuera de ciertas posibilidades, como las promociones o ascensos, por el hecho de no estar presencialmente”.
¿Qué le pasa al individuo ante el cumplimiento de reglas en situaciones extremas como la pandemia?
”Hay distintas razones por las cuales la gente no cumple reglas. Está muy relacionado con el perfil de cada persona y las características de las sociedades. En relación a los estudios que se van publicando en particular, se nota que cuesta entender que lo que contagia no es la escuela ni el teatro, sino el incumplimiento de los protocolos que nos imponen. Felizmente son pocos aquellos de perfil narcisista que se expresan en una postura en donde no les importa nada y hacen cosas con despreocupación total. Lo cierto es que hay mucha gente que no responde al protocolo y esto tiene que ver con un conjunto de factores. Lo que demuestran estos análisis es que no tiene nada que ver con la edad de la gente, porque muchas veces se dice que son los más jóvenes los que no cumplen. Se sabe que no son los únicos que violan el protocolo de pandemia. Lo que se advierte como un patrón general en nuestro país y en el mundo, se relaciona a la preocupación económica. Se están publicando proyecciones donde se afirma que se puede advertir qué propagación tendrá el virus en base a la preocupación de la gente por el dinero, los ingresos y la inflación. Si las personas no sienten seguridad económica, minimizan la preocupación por un posible contagio, porque anteponen esta inquietud. Ante lo cual la recomendación es de tipo social, por lo que frente a más confianza que genere el gobierno, asegurando seguridad frente a la enfermedad, y fundamentalmente garantizando aspectos laborales y económicos, esto hace que la gente salga menos a arriesgarse no respetando protocolos. Existe la relatividad psicológica, donde se tiende a reaccionar muy mal cuando le dicen lo que tiene que hacer, interpreta las normas preventivas como órdenes y eso molesta mucho. Esta reacción es muy común en las sociedades donde no existe confianza en las autoridades ante las consignas impuestas, entonces se cuestiona todo lo que venga de dicha autoridad, aunque esté relacionado con la salud, como nos pasa ahora“.
¿Se necesita mayor rigurosidad para que se entienda la magnitud del problema?
“Lo bueno es que en líneas generales el incumplimiento de las normas no se vincula a aspectos psicopáticos porque no les importa nada, sino que responde a variables sociales, y de cómo se construyen esos mensajes. Lo que nos está pasando con la pandemia es que nos estamos perdiendo la oportunidad de hacer un cambio cultural. Hay que entender que tenemos la chance de respetar los protocolos, sabiendo que es muy importante que existan consecuencias serias ante el incumplimiento, porque lo demuestran los reportes de diferentes países donde bajaron las fiestas clandestinas cuando empezaron a imponerse las multas, las cuales eran efectivamente aplicadas a quienes violaban protocolos. Por lo contrario, la gente nota que no pasa nada si no usa el barbijo, si se reúne con muchas personas en lugares cerrados, etc. Es decir que llega un punto en que la falta de consecuencias hace que no se instale un buen comportamiento frente a las reglas. La única forma de cumplir es que se forme un hábito en las personas, que sin pensar demasiado se interprete lo que hay que hacer. En las sociedades donde se respeta mucho todo fluye mejor, cuando esto no pasa se genera una situación incómoda, incluso para pedirle a otra persona frente a nosotros que use su barbijo, y esto en lugar de promover nuestras fortalezas, destaca nuestras peores partes.”
Es decir que se interpone la historia de cada sociedad, donde algunas están acostumbradas a descreer del discurso impuesto, y luego si no hay consecuencias serias, parece que todo se diluye o simplemente queda escrito en un decreto con restricciones.
“Exactamente. Pareciera que muchas normas están dirigidas a quienes gusten cumplir, entonces aparece el sector más altruista que es plenamente consciente de que todo lo que hace es para cuidarse y cuidar al otro. Pero existe un resto en algunas sociedades donde las personas se van relajando. No se trata de personas malvadas que no quieren cumplir, sino de ausencia de mensajes claros y serios. Existen lugares donde se apela demasiado a la conciencia individual y esto es algo que nunca ha funcionado desde la psicología social. Naturalmente hay un porcentaje bastante grande de gente que va a acompañar las normas, pero para el resto debe haber mayor firmeza desde lo comunicacional, ya que queda muy claro que donde se hacen las cosas con rigurosidad y se respetan las reglas, se registran menos casos de coronavirus “.
¿Quién se adapta más fácilmente a la situación lo pasa mejor?
“Aquellos que venían con problemas previos les costó más adaptarse, pero también sucedió que quedo en evidencia aquel grupo de personas que no querían salir, entonces el encierro les vino bien. Gente muy flexible pero que sufrió el hecho de no encontrarse con otros y eso los limitó un montón. Los que no estuvieron preocupados por la cuestión económica, ni estuvieron encerrados lo pasaron mejor. Se aplican los modelos de intervención en desastre donde se estima que determinado porcentaje de la población afectada va a tener algún tipo de trastorno mental. En el caso de la pandemia que nos ha resultado un proceso tan largo e impredecible, quizá el porcentaje estimado sea más alto de consecuencias emocionales, de las que aparecieron en desastres anteriores. Claramente no todos tendrán consecuencias negativas al mismo tiempo, unos se expresan en plena crisis y otros reaccionan una vez terminada, porque toman conciencia de las pérdidas que han sufrido”.
¿Se advierte el “sindrome de la cabaña “o el miedo a salir de casa?
“Hay mucha gente que se queda en casa porque le tiene miedo a la enfermedad. Salir les provoca mucha ansiedad, y estar adentro les da seguridad lo cual se transforma en un mundo ideal. Se habla mucho de Japón, donde la población ya tenía problemas antes de la pandemia, y la gente se pasaba meses sin salir de la casa. Se describe un fenómeno que creció en este contexto de un modo exponencial. A tal punto que los tratamientos para estas personas se efectúan a domicilio. El terapeuta se acerca a mantener una charla con la gente que se encuentra voluntariamente encerrada. Lo cierto es que de estos problemas nos vamos a enterar una vez que la pandemia termine completamente. Existen personas que están medicadas para poder salir porque le tienen pánico al contagio, y necesitan ayuda para poder llevar a cabo las actividades cotidianas. Por eso es muy importante estar muy atentos a lo que nos pasa y lo que sentimos, para entender el correlato mental que esta pandemia puede representar en las personas. Los consultorios privados están llenos de pacientes buscando ayuda psicológica. Existe una gran demanda hacia el sistema de salud que quizá no pueda dar la respuesta que se necesita. Tendría que haber una atención mucho más personal con tratamientos y servicios, hacia el público, donde las prepagas deberían cubrir más para atender el costo mental del momento”.
La situación implica que las personas estén detrás de las noticias ¿Qué impacto tiene en el ciudadano común la tragedia constante?
“El peligro cuando siempre son malas noticias, es que esto genera que las personas respeten menos los protocolos. Las frustraciones representan ira y cuando la persona está enojada se manifiesta desinteresada, porque está cansada de tanta información negativa. Este exceso provoca una reacción contraria a las consignas. Se observa la desesperanza absoluta porque se interpreta, al haber muchas muertes, que no tiene sentido cuidarse. Los medios son responsables en ayudar intentando reflejar buenas noticias también, para que el público sienta que existe la ayuda, que se puede salir de la crisis, y así evitar posibles patologías mentales”.