De antemano sabemos que la nutrición (buena alimentación) resulta de vital importancia en la primera etapa de la vida. Se interpreta que, al darle lugar a los buenos hábitos sobre los cimientos de la persona se construye un futuro saludable.
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Los especialistas afirman que “el ritmo de crecimiento y desarrollo del organismo de los niños va cambiando a cada momento”. Es por eso que la alimentación debe adaptarse a sus características individuales. Es importante considerar el apetito del niño, sus gustos, su estado de salud y la actividad física que realiza. Claramente existen orientaciones que promueven los nutricionistas, para poder identificar en la rutina del niño, la frecuencia de consumo de determinados alimentos, que en cantidades recomendadas (raciones) para cada etapa, pueden servir de guía para diseñar una dieta saludable, equilibrada, variada y nutritiva.

“Desde el nacimiento hasta los primeros seis meses, la lactancia materna exclusiva resulta la mejor opción para la salud del niño. La leche materna nutre al bebe, lo prepara para su desarrollo y genera un vinculo afectivo con la mama. Se trata de un apego muy importante que se encarga de generar las defensas necearías para un sistema inmunológico fortalecido para evitar posibles enfermedades”, refiere el nutricionista Pablo Taffarel (MP 141)

¿A partir de los seis meses cambia la alimentación del niño?

A esa edad empieza la alimentación complementaria. Es el proceso donde el niño experimenta la prueba de los alimentos, que hasta el año de vida se hace de manera progresiva, hasta introducirse en lo que es la alimentación normal del adulto. Durante el primer año es muy importante diferenciar ambas etapas. Se implementa una incorporación gradual de grupos de alimentos, que irán cumpliendo una función calórica y nutricional”.

¿Cuál es la principal preocupación en esta etapa?

“A partir del primer año de vida, dependiendo de cómo haya desarrollado su alimentación, es donde el niño empieza a exponerse a los distintos factores de riesgo que se relacionan con el sobrepeso y la obesidad. Una vez que el organismo está preparado para asimilar y recibir todo tipo de alimento, en una dieta balanceada, se presentan las cuestiones que van a determinar, con el correr de los meses, cómo será el comportamiento del estado nutricional, y todo lo relacionado con el crecimiento y desarrollo. Es por eso que resulta clave que la alimentación este influenciada por vitaminas, minerales, proteínas y todo lo que se necesita en los procesos del desarrollo de las células que componen los tejidos del cuerpo”.

¿Qué se necesita para garantizar el acceso a una buena alimentación?

Es fundamental la educación alimentaria y que se promueva en el entorno familiar del niño, donde se determina la tendencia, con un hábito alimentario que, en definitiva, hablará de una buena salud a futuro “.

¿Cuánta responsabilidad implica para el adulto que rodea a ese niño?

Se trata de mucha responsabilidad para los grandes. De hecho, todas las consultas se encaran en relación a si el niño tiene problemas de alimentación, por un posible riesgo a que se desarrolle una enfermedad crónica. Pensamos que el cambio en la mirada acerca de una alimentación saludable, se vincula, en un cien por ciento, con la familia. Se sabe que los padres y los hermanos mayores, son los encargados de promover el entorno ideal. La educación alimentaria es una herramienta fundamental para generar grandes objetivos en la alimentación infantil, donde el metabolismo se encuentra acelerado debido al constante crecimiento, pero también a mucha predisposición emocional, cultural, hormonal, que van a generar un tipo determinado de vínculo de esa criatura con los alimentos”.

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¿Cómo deben manejarse los padres cuando el niño no responde a determinas pautas alimentarias?

Lo más importante es que esa familia desarrolle buenas prácticas alimentarias, asociadas a que el niño pequeño conozca los alimentos, que experimente por si mismo disfrutar de cereales, frutas y todo alimento lo más natural posible. Una gran preocupación pasa por el consumo de productos procesados que tienen baja tasa de nutrientes, y en cambio alta tasa de azucares, grasas animales y sodio. Si los padres se preocupan en generar un buen entorno, comprando y almacenando en la heladera, ese niño crecerá siendo testigo de conductas saludables que sus padres practican en lo cotidiano”.

¿Cómo se consigue esa práctica cotidiana?

“Es bueno hacer que el niño se relacione con el aroma de las comidas, con el color de los alimentos, porque llaman la atención y generan interés. A partir del crecimiento neurológico y motriz, se pueden incorporar algunas estrategias vinculadas a la alimentación. Cuando la rutina le muestre buenos hábitos, el niño naturalizará y tendrá una orientación de más grande, a todo lo saludable. A los dos años de vida se le puede estimular para limpiar la mesa, lavar alguna verdura, que aprenda a desarmar un arbolito de brócoli, a trasladar algún alimento de la mesa a la mesada. A los tres años el niño está capacitado para envolver alimentos, puede amasar, o mezclar ingredientes. Mas grades se los puede invitar a poner la mesa, que entiendan que llegó la hora de comer y está toda la familia involucrada en ese momento. Cualquier movimiento jugando, que haga que el niño se involucre con la comida a través de los sentidos (olfato, gusto, vista), va despertando un interés y entusiasmo, que acompañará el crecimiento, haciéndolos partícipes “.

¿Qué se debe hacer cundo no quieren comer verduras?

Cuando llegamos a esa instancia se debe entender que las buenas prácticas nunca estuvieron y que es normal que un niño apuntale su preferencia hacia alimentos con grasas, azúcar y sal. Lo mejores hábitos se aprenden en la primera etapa de la vida, en pleno crecimiento y conocimiento. Siempre es bueno hacerlos protagonistas de todo. Con mucha paciencia, se puede implementar que hagan la elección de las verduras a la hora de comprar. Hacer actividades recreativas o plásticas que traten de los alimentos. Ya sea dibujar o armar manteles con dibujos de verduras y frutas. Cambiar hábitos en el grupo familiar es fundamental, es importante mostrar buenas costumbres alimentarias que no generen confusión en ese niño. En una mesa no debe haber distintos platos, se debe aunar el criterio para que la familia disfrute los mismos alimentos variados y no demasiado procesados”.

Argentina se encamina a tener más de 2 millones de niños adolescentes con obesidad. Es uno de los 20 paises en el mundo que, según las proyecciones de Unicef, en 2030 podría superar cifras escandalosas en relación a elevados índices de masa corporal. Sobre dichos argumentos se basa la importancia de la Ley de etiquetado frontal, para que los alimentos y bebidas, puedan incluir un sello de advertencia en relación al “exceso de azucares y sodio”, en la parte del frente de cada envase.

En relación a los elevados índices de obesidad infantil, el profesional es categórico al mencionar que “A nivel mundial, se conoce que, en referencia a los niños en etapa escolar, desde 2007 al 2012, el sobrepeso creció de un 24,5% a un 28,6%. Son datos de una década atrás. En cuanto al sedentarismo, que es el factor que suele desencadenar obesidad, creció notoriamente seguramente en virtud de las costumbres de los niños de la actualidad, cada vez más vinculados con los dispositivos y el uso de internet. Considerando que casi el 90% de los niños consume una dieta con porcentajes altísimos de grasas saturadas, en cantidades muy por encima de lo recomenble, la realidad nos pide que trabajemos más en políticas de salud, que promocionen aspectos saludables en la infancia de los argentinos. Debemos tomar todos los espacios donde se concentren lo niños, para cambiar la mirada sobre lo que se consume a diario”.